PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA

Laurentino Cortizo Cohen
Presidente de la República de Panamá

 

Laurentino Cortizo Cohen nació en la ciudad de Panamá el 30 de enero de 1953. Cursó estudios secundarios en el Colegio La Salle en Nicaragua. Se graduó en la Universidad de Norwich en Vermont, Estados Unidos, donde obtuvo su licenciatura en Administración de Empresas. Tiene un doctorado en Comercio Internacional y Mercadotecnia, de la Universidad de Texas.

Recién graduado, ocupó varios cargos en la Organización de Estados Americanos. Regresó a Panamá a administrar las empresas familiares y fue electo diputado de la República en dos períodos consecutivos: 1994-1999 y 1999- 2004, donde fue presidente de la Asamblea Legislativa. Entre 2004 y el 2006, ocupó el cargo de Ministro de Desarrollo Agropecuario.

Desde 1986, ha ejercido su profesión como gerente de las empresas del Grupo Cortizo: Panablock, empresa productora de materiales de construcción y Hacienda Hermacor, empresa de ganadería de alta genética. Es miembro de base del Partido Revolucionario Democrático, quien lo postuló a la candidatura presidencial, luego de ganar las elecciones primarias del partido en septiembre de 2018. Recibe el apoyo del partido Molirena y el 5 de mayo de 2019 es electo como Presidente de la República de Panamá, para el período 2019-2024.

Laurentino Cortizo Cohen presidirá el gobierno, que tendrá sus fundamentos en 4 Pilares y una Estrella: la Educación. Esos Pilares son:

  • Buen Gobierno
  • Estado de Derecho, de Ley y Orden
  • Economía competitiva que genere empleos
  • Combate a la pobreza y a la desigualdad

ACERCA DEL

Palacio de las Garzas

 

La Presidencia de la República de Panamá lleva el nombre de Palacio de las Garzas debido a 2 garzas que diera en obsequió el poeta Ricardo Miró al Presidente Belisario Porras en el año 1922, desde ese entonces estas aves se han convertido en habitantes de honor del Palacio. Este edificio en el pasado funcionó como un Banco Nacional, Oficinas de Aduanas y en una época hasta sirvió de depósito.
En su interior se pueden encontrar distintos murales y esculturas alusivos a los valores y a la historia de Panamá.

El Palacio de las Garzas o Palacio Presidencial es un símbolo de nuestra identidad Nacional y cuenta una historia que data de hace más de 300 años, cuando las autoridades locales abandonaron la antigua Ciudad de Panamá, destruida por las tropas del pirata Henry Morgan, en busca de un sitio que les permitiera estar resguardados ante futuros ataques.
Luego de establecer una sede temporal en San Juan Bautista, Penonomé, las autoridades, encabezadas por el Gobernador Fernández de Córdoba y Mendoza, decidieron ubicarse en el denominado Sitio de Ancón (actual Casco Viejo), donde planeaban construir una larga muralla con el fin de resguardarse de futuros ataques.

Ante el fallecimiento del Gobernador Fernández de Córdoba y Mendoza el 8 de abril de 1673, asumieron su cargo el obispo Antonio De León y el oidor Luis Lozada de Quiñones quienes continuaron el proyecto de construir la muralla.

Mientras se trabajaba en la confección de la larga muralla. Al mismo tiempo, Lozada construía su ostentosa mansión en 1673, de la cual fue removido tiempo después al ser acusado por miembros de la comunidad de hacer mal usos de los materiales de construcción destinados para la muralla, además de ser denominado una autoridad compulsiva.
Aquella mansión pasó a ser el hoy conocido Palacio de las Garzas. A pesar de que el edificio ha sido remodelado en varias ocasiones, siempre ha conservado aquel diseño colonial que lo hace imponente y que lo describe con un criterio elegante y sofisticado.

Palacio de las Garzas

En un comienzo, cerca de 1740, el Palacio de las Garzas fue sede de la oficina de Aduana. Sin embargo, 16 años después, en 1756, el edificio fue blanco de un incendio que destruyó parte importante de su infraestructura.
Luego de ser restaurado, el Palacio de las Garzas fue usado como un depósito en 1821, también fue escuela normal de varones en 1872, Casa de Gobierno, sede del Banco Nacional, hasta ser designado Palacio Presidencial en 1875, a pesar de que aún en ese momento el Estado panameño formaba parte de Colombia.

En 1880, se empezó a ver más resplandeciente que nunca, y es que fue hasta esa fecha que el edificio contó, por primera vez, con luz eléctrica.

Como toda infraestructura, el Palacio de las Garzas con el pasar de los años se deterioraba, por lo que en ese mismo año (1922), el Presidente Porras decide hacer una nueva restauración, pero esta vez incorporándole una segunda y tercera planta, además de remodelar el comedor presidencial, salón Amarillo y patio central.

Los trabajos realizados tenían el sello de uno de los arquitectos más reconocidos de aquella época, se trataba de Leonardo Villanueva-Meyer, quien se esmeró para dejar una infraestructura impecable sin perjudicar su atractivo.

poème de Ricardo Miro
Placa conmemorativa del poeta Ricard Miró

La entrega de la remodelación se realizó el 3 de agosto de 1923 y en aquel entonces no sólo era ocupado por la Presidencia de la República, sino también por el Banco Nacional, que no se logró mudar del edificio sino hasta el año 1938.

Ese mismo año, el pintor Roberto Lewis atiende a una solicitud del Presidente Juan Demóstenes Arosemena, para decorar el comedor presidencial con murales pintados en óleo representativos de la historia y cultura de Panamá. El edificio ha hospedado a los distintos Mandatarios de la República a excepción de los Presidentes Ernesto Pérez Balladares, Mireya Moscoso, Martín Torrijos, Ricardo Martinelli y Juan Carlos Varela.

En la actualidad, el Palacio de las Garzas sigue contando historias en el Casco Viejo de la Ciudad de Panamá, y desde allí, con una posición y vista privilegiada, se muestra ante cientos de turista que lo visitan cada año.
Irónicamente, el poeta mayor de la patria, Ricardo Miro, aquel que le regalara las 2 Garzas al Presidente Belisario Porras escribió un poema como protesta en demanda de su liberación. Hoy el primer verso de este poema se puede leer en una placa de un pasillo en la planta baja de la Presidencia como un homenaje a su pluma y a su espíritu que es admirado por todos aquellos que lo visitan. A continuación, este poema completo.

 

 

Garzas Cautivas, por Ricardo Miró
A doña Oderay de Lefévre

En el patio andaluz, adonde apenas
penetra el sol en ondas fugitivas,
inmóviles, calladas, pensativas,
hay, como un par de enormes azucenas,
dos garzas melancólicas, cautivas.

¡Quién sabe si una noche, al escondido
juncal, cerca a la orilla melodiosa,
una mano llegó, vio al par dormido,
lejos la madre tierna y afanosa,
y arrebató los pájaros del nido!

al vez fue en el corral que en la ribera
levanta frente al mar su empalizada
donde un día, al nacer la primavera,
en la sorda explosión de una alborada,
vieron la luz del sol por vez primera.

¡Y ellas no saben del azul...! Sus huellas
no serán polvo de oro tras su vuelo
a la indecisa luz de las estrellas;
y con sus ojos tristes ven el cielo
y no saben que el cielo es para ellas.

Acaso si una mano, de repente,
las echara a volar, tras un momento
de supremo estupor, abriendo al viento
sus vírgenes plumajes, blandamente
se irían a embriagar de firmamento.

Pero no volarán, ni bajo el rico
oro del sol se encenderán sus galas,
ni ensartarán estrellas en el pico,
ni abrirán a la luna el abanico
blanco y maravilloso de sus alas.

¡Melancólicas garzas...! Y en el frío
patio sin luz ni sol, sobre las zancas,
simbolizan la imagen del hastío;
y ni siquiera saben que son blancas
porque nunca se vieron sobre un río.

Y allí, bajo las penas de sus galas
inútiles -libélulas de hielo-,
dormitan sin un ansia ni un anhelo,
y no saben aún que tienen alas
y que las alas son para ir al cielo.

Melancólicas garzas que en el frío
patio sin sol ni luz, sobre las zancas,
simbolizan la imagen del hastío,
y que nunca supisteis que erais blancas
porque nunca os mirasteis sobre un río.

Hay almas cual vosotras que ni huellas
dejarán ni sabrán nunca del vuelo
que nos lleva a vivir con las estrellas,
almas que ven atónitas el cielo
y no saben que el cielo es para ellas...

Para ellas el oscuro, el escondido
patio andaluz en donde el sol no alumbra;
y van, cobardemente, sin ruido
y a través de una gélida penumbra,
en viaje al mar sin playas del olvido.